Las horas huecas
Por José de Villa
CAPITULO 1
Ebria y totalmente alocada en su
lascivia insatisfecha, con su tosca mano derecha prensó la manita izquierda de
su pequeño hijo de seis años de edad y la talló una y otra vez sobre los
gruesos, cortantes, impresionantes vellos de su pubis, hasta introducir los
deditos de Toñito en las profundidades húmedas y apestosas de su vagina.
Toñito, petrificado y enmudecido por el pavor que lo invadía, sentía cómo su
pene se levantaba dentro de su pantaloncito corto y parecía querer traspasar
los tejidos que armaban la inocente escena infantil del ropaje propio de su
edad y tamaño: elefantes, leones, jirafas y cebras que alegremente daban
vueltas en un tiovivo.
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