-Mira cómo
me amarraron las pinches trompas, ahora sí ningún cabrón me va a chingar, le
dijo a Ana, señalándole sendos agujeros en la parte baja del vientre, que se
notaba más abultado que de costumbre. Sus sobrinos se quedaron sorprendidos,
apenados, con la boca abierta, y Pera y Toñito, perplejos, desviaron sus
miradas hacia el piso. A Ana sólo le produjo una carcajada la “puntada” de su
hermana y para nada le reconvino haber hecho eso frente a los cuatro menores,
ni mucho menos les ordenó a sus hijos y a sus sobrinos que voltearan para otro
lado ni tampoco se sonrojó. Sólo soltó la carcajada que le motivó su hermana.
Unos diez o
quince días después, por ahí de la primera o segunda semana de diciembre,
cuando el espíritu navideño ya inundaba los almacenes y todos los comerciales
de la radio, Esperanza Videgaray voló a Los Angeles, California, sólo acompañada
de Pera, para la planeada reconciliación con su ex marido Antonio Ruiloba. De
igual forma en esta ocasión, ni su abuela ni su tía Ana le echaron el menor lazo a Toñito, que sólo
quedó al cuidado de la fiel Jerónima, y ahora sí muy triste, pues no pudo
sobreponerse a la partida de su hermanita. Todos los días le preguntaba a la
sirvienta cuándo iba a regresar Pera, cuánto faltaba para que viniera y si los
Estados Unidos estaban muy lejos. Por su madre no preguntaba nada en lo
absoluto, pues nada realmente le importaba ella. Al contrario, mientras más
lejos, mucho mejor. Y sobre su padre ni curiosidad tenía, ya que no le
significaba nada. Oía de él a través de terceras personas.
A raíz de
que Esperanza Videgaray les prohibió a los tíos Lupe y Carlos ver a los niños,
y tras el tremendo escándalo ocurrido hasta en la Delegación a mediados de año, éstos se quedaron sumamente
preocupados y angustiados por la suerte de sus ahijados. Sabían que la abuela
era una mujer egoísta que no los quería y que, como todo mundo lo decía, los
integrantes de la familia Videgaray Salas estaban locos de remate. Lupe y
Carlos de plano casi no dormían, no comían.
Consultaron a no menos de cinco despachos de abogados renombrados y careros de la Ciudad de México, hasta que se convencieron que por la vía legal, sabiendo la corrupción tradicional en los tribunales mexicanos, era simplemente imposible poderle quitar a Esperanza la patria potestad, a pesar de su conducta de alcohólica consuetudinaria y de violencia en perjuicio de sus hijos. Por ello acudieron al padre Franco y muy en secreto al Chino Joe, para presionar a Toño Ruiloba a que la buscara y la convenciera de reconciliarse y volver a vivir juntos. Para los tíos, era el único camino que restaba para proteger aunque fuera un poco a los niños.
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