miércoles, 13 de marzo de 2013

Entrega 106



Ese martes siete de enero estaban todos, a puerta cerrada, en el salón de música de la inmensa casa, para no variar también de estilo californiano, que en secreto Carlos Tello y Guadalupe Ruiloba le habían regalado a Juan. Este, que realmente no tenía capital como para haberla adquirido, mentía a todo mundo con el invento de que se había sacado el “gordo” de la lotería, sin especificar fecha, ni tipo de sorteo, ni mucho menos el afortunado número con el que supuestamente ganó. Este cuento chino fue a petición de Lupe Ruiloba, para, según ella, evitar los celos y el enojo de sus hermanos Carmen, Antonio y Rafael, lo que no logró. Así como Lupe dominaba por completo a su marido, Juan la dominaba a ella.
Tras cerciorarse de que tanto sus hijos como la servidumbre no rondaban por ahí, Juan les soltó finalmente lo que con tanto sigilo le había comunicado la víspera su amigo de toda la vida, el detective Raúl Esqueda. Ciertamente dejó boquiabiertos a sus hermanos Lupe, Carmen y Rafael, así como a sus cuñados Carlos Tello, Salim Slim y Dulce María de la Reguera, y no se diga a su propia esposa Enriqueta Pérez, quien fue la segunda de la familia en enterarse de que algo grave le había sucedido a Antonio Ruiloba González Misa, tres años y medio antes:
-¡Arnulfo Videgaray Salas mató a golpes a nuestro hermano en su propio departamento!, ¡le hizo firmarle un cheque al portador por diez mil pesos antes de asesinarlo y luego colocó su cadáver sobre la cama y huyó! ¡El desgraciado de su hermano Alfredo supo todo desde el principio y lo cubrió! ¡Y no sólo eso, sino que también metió a su primo Héctor Salas Manjarrez a que declarara ante el ministerio público que él, Alfredo, le habló para que dizque ayudara a Antonio, porque supuestamente era su amigo! ¡El infeliz de Arnulfo durante semanas había amenazado a nuestro hermano con golpearlo si no le prestaba diez mil pesos y de su chequera alguien arrancó un talón por esa cantidad, que sí fue cobrada! ¡El número del cheque cobrado fue el mismo que el del talón arrancado! ¡Y el tal Jacinto Olvera, uno de los albañiles de Antonio, a mí personalmente me dijo que Arnulfo lo había amenazado!
-¡Malditos miserables!, ¡tenemos que denunciar esto ahorita mismo!, gritó enloquecida, con la herida reabierta, Lupe, la mayor de los Ruiloba, pero Juan  la paró en seco al continuar con el resto asqueroso del crimen perfecto:
-¡¿Y ante quién hermanita, dime ante quién, en este país miserable y lleno de injusticia?! ¡¿Ante quién, si ya me dijo Esqueda que el expediente de la averiguación previa se “perdió” en la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal?! ¡¿Qué no ves que el desgraciado de Alfredo untó de miles de pesos a medio mundo ahí?! ¡¿Qué no ves que el infeliz de Manjarrez inventó que era el amigo de Antonio y con eso salvó de involucrar y declarar a Alfredo?! ¡Alfredo jamás fue citado a declarar ni la prostituta de Esperanza, su hermana!
-¡Esperanza lo mandó matar!, gritaron al unísono, curiosísimamente todas las mujeres ahí presentes, y Juan nuevamente les arrojó más luces sobre lo que su amigo había averiguado con sus colegas policías sobre ese crimen proditorio:
-¡No!, ¡al parecer, según Esqueda, no!, ¡esta vieja está tan loca y es tan borracha que ni su propia familia la ve, la soporta!
-¡Eso aparenta la miserable, que tanto hizo sufrir al pobre de nuestro hermanito! ¡Ella fue!, y presa de un agudo ataque de llanto no pudo seguir gritando, acusando, Carmen, de todos los Ruiloba la que más quería, la que más se había llevado y convivido con Antonio.
-¡Que no!, ¡no insistas! ¡Todo fue por dinero que el asesino, el loco del “Clavo”, le quiso sacar y le sacó finalmente a Antonio, a costa de su vida!...además, también me dijo Esqueda, y me partió el alma, que parece ser que finalmente fue un….que….fue….¡que fue un maldito pleito de borrachos!.....¡en un maldito pleito de borrachos perdió la vida mi hermanito!....¡Señor, Dios, apiádate de él!....y Juan sollozó, calló y fue abrazado y besado seguidamente por Enriqueta, de la misma manera que se abrazaban y consolaban entre sí Lupe y Carlos, Carmen y Salim, Rafa y Maruchita.

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