-¿Ya llegaste cabezón?, le espetó su
madre al niño cuando éste entró a la sala, sin siquiera levantarse del sofá
para darle un beso o hacerle una caricia. Tan sólo le ordenó se sentara junto a
ella y de su boca torcida ya por los estragos etílicos empezó a soltar, como lo
hacía siempre que se emborrachaba, sus comentarios en inglés, su complejo, su
añoranza, su frustración, sus agresiones: eat dumbell!, try the saussages, I
bought you ham, cheese….eat son of a bitch! (¡come idiota!, prueba las
salchichas, te compré jamón, queso….¡come hijo de puta!). Y Jerónima aconsejaba
al niño, en voz baja, sin que se diera cuenta Esperanza, y con temor y cariño a
la vez: ¡ándale Toñito, cómete algo!, si no va a ser peor, ya sabes cómo se
pone la señora, ¡ándale Toñito!, nomás para que vea que estás comiendo y se
calme un rato….
Antonio remolía sin tragarse el
bocado dentro de la boca y cada cierto tiempo del lado izquierdo o derecho de
la misma aparecía una tremenda bola que impedía todo movimiento bucal, entonces
Jerónima se aproximaba a él con una servilleta de papel y desalojaba la masa
informe.
-¡Cabezón hijo de puta!, ¿qué no
estás tragando, cabrón?, ¿qué crees que la comida me la regalan?, ¿qué no sabes
cómo me tallo los lomos para que tragues, para que tengas atención médica, para
que vayas a las mejores escuelas?... Y a todo pulmón, en un tono burlón y de
furia que en verdad impactaba, aturdía, espantaba, Esperanza Videgaray
proseguía con uno de sus monólogos predilectos: ¿qué no quieres tener pelones,
no te gustan los pelones?, me decía el cabrón-epiléptico-hijo-de-puta-de-tu-padre-Antonio-Ruiloba….¿Y
con qué los vamos a mantener, cabrón?, ¿con qué les vamos a dar de tragar, hijo
de la chingada?, ¿qué crees que con que me metas un pedazo de carne ya se
arregla todo?....¿Y las escuelas, y los doctores, y la tragazón, y si cagaron o
no cagaron?....Bueno…..Creo que tú eres hijo de Armando Castañeda….¿O de
Ruiloba, cabezón?
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