Naturalmente, Gómez también se
encargó de darle una buena “mordida” al agente del Ministerio Público y al
oficial secretario para agilizar los trámites y la liberación de Esperanza,
cosa que ocurrió antes del cambio de turno, más o menos a las tres de la
mañana.
Poco después de la medianoche, a
bordo del Pontiac café, semiautomático, del tío Carlos, llegaron Pera, Toñito y
Jerónima también a la bellísima casona de Hamburgo 126, donde en la reja ya los
aguardaba Esperanza Salas Gómez de la Torre, “Abue” o “Bú”, como le decían los
niños Ruiloba Videgaray y sus restantes nueve nietos (seis de Arnulfo, dos de
Ana y uno de Alfredo).
Muy alterado, rojo el rostro por el
disgusto, con palabras atropelladas, el bondadoso tío Carlos dijo a la abuela
que le entregaba a los niños, que ya el abogado Gómez le había advertido que se
excluyera de la suerte de los mismos y que, en definitiva, ya era insoportable
sostener cualquier tipo de relación con su hija Esperanza, pues a lo largo de
los años ya habían sido muchas y graves las ofensas que él y los Ruiloba, su
familia política, habían recibido de dicha señora. Así, con el dolor reflejado
en sus rostros, impotentes los tres, sobrinos y tío se besaron, abrazaron y
despidieron. Como era su costumbre, la adusta anciana no dijo ni media palabra,
se limitó a indicarles a los niños que entraran, así como a la pobre Jerónima,
quien por lo avanzado de la hora tuvo que quedarse ahí a dormir, aunque traía
las llaves de la casa de Cerrada de Hamburgo número uno.
En la mansión de esa anciana
multimillonaria, cuyo largo abarcaba de la Calle de Hamburgo a su paralela
Londres, había una construcción de dos pisos para la servidumbre, dos amplísimos
jardines (uno tipo inglés y otro estilo jungla), capilla con cúpula y coro, y
en la casa principal un vestíbulo con piso
de mármol, un generoso comedor para veinte lugares, dos salas con sus
respectivos pianos Steinway y mobiliario estilo Luis XV, cocina, despacho,
medio baño en la planta baja y una escalera monumental de mármol, cuya
bifurcación iniciaba en el vestíbulo y su reunión desembocaba en un segundo
piso semicircular. Este segundo nivel alojaba cuatro grandes habitaciones y dos
hermosos baños, el azul y el verde, con pisos y paredes de mármol de Carrara,
vestidores y con manijas de oro en sus espaciosas bañeras, regaderas, lavabos y
excusados.
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