lunes, 3 de diciembre de 2012

Entrega 9






Aterrorizada al máximo, Pera tomó el teléfono y llamó pidiendo auxilio a su abuela Esperanza, quien vivía muy cerca, en Hamburgo 126. Pero como tantas otras veces, no le hizo caso y le dijo que no molestara. También llamó a sus tíos Carlos Tello y Lupe, que eran cuñado y hermana mayor de su padre Antonio Ruiloba. Treinta minutos más tarde el tío Carlos llegaba y quedaba atónito por lo que sus ojos alcanzaron a ver cuando Jerónima abrió la puerta de la casa. Uno o dos minutos después de su arribo se presentó la policía, atendiendo al llamado de algún vecino seguramente escandalizado y naturalmente preocupado por lo que se oía que ocurría en ese infierno de Cerrada de  Hamburgo número uno.
Dos gendarmes, a petición de un corrillo de vecinos que de inmediato se formó frente a la entrada de la casa, ingresaron y preguntaron a los niños y a la sirvienta sobre lo que pasaba, mientras Esperanza les demandaba que se largaran, los amenazaba con acusarlos por allanamiento de morada y profería picardía y media a Jerónima por haber abierto la puerta.
Haciendo caso omiso de Esperanza, como el náufrago que deposita su fe y  sus últimas fuerzas en el leño milagrosamente asido en la turbulencia del mar, Pera y Jerónima daban cuenta pormenorizada de los hechos a los jenízaros en la sala, mientras que afuera un tercer policía, con lápiz y libreta en la mano, apuntaba los generales del tío Carlos y asentaba lo que le informaba sobre Esperanza Videgaray Salas y sus dos hijos.
Tras un diálogo de sordos con la ebria que duró casi una hora y la llegada de una segunda patrulla con otros tres uniformados, Esperanza, Jerónima, el tío Carlos y los niños fueron conducidos a la Delegación de Policía correspondiente.
Ya en las lóbregas instalaciones de la Delegación de Policía, atestadas de coyotes, denunciantes y denunciados, familiares, acompañantes, y oficiales mecanógrafos, secretarios y agentes del Ministerio Público, así como los infaltables e impávidos policías de imaginaria, Esperanza fue remitida a la galera de mujeres, mientras que los niños, nerviosos, muy nerviosos, eran fuertemente sujetados de las manos por Jerónima, al tiempo que el tío Carlos comparecía ante el Ministerio Público.

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