lunes, 11 de febrero de 2013

Entrega 76



-¡Puta!, fue lo único que los niños y la mucama escucharon una vez que Antonio, de regreso a la sala, le gritó a Esperanza, lanzándose sobre de ella y propinándole un par de fuertes cachetadas. Hecho esto, el hombrecillo se ajustó la corbata, se abotonó el saco y a paso veloz salió de ahí, sin el menor intento por cerrar la puerta de la calle, mientras  escurría un  hilillo de sangre por la comisura de los labios de la mujer, quien no por ello dejó de gritarle a todo pulmón “¡lárgate para siempre y no vuelvas jamás!, ¡cabrón, impotente, epiléptico hijo de perra!”
Por reacción natural, Jerónima, sin medir las consecuencias, se dirigió a la puerta y de una vez la cerró con llave y puso el pasador. Y los niños, igualmente, se incorporaron para ver completo el cuadro de la madre tirada en el suelo, pasándose una mano sobre la boca para quitarse la sangre y gritando a más no poder cuánta picardía le vino a la cabeza.
-¡Pendejos!, ¡lárguense a la chingada!, ¡y tú india pendeja métete en tu cuchitril!, ¡puta de mierda!, les gritó con todo el odio y rencor del mundo, perfectamente delineados en su rostro, Esperanza Videgaray Salas. Al parecer, ahora sí definitivamente se había quedado sin ex marido y sin ex amante.
Libre ya de toda atadura sentimental y segura (según ella) de haber superado su prurito sexual, Esperanza se veía de continuo con los Young, los Mulayo, Medrano, Herta, el Duque de la Obscuridad, Blanca García Travesí, Gloria Cuevas, los Dunkley, Víctor Gómez, Nils Paulsen y Arni Himanen. Pero de vez en cuando se aparecía en Cerrada de Hamburgo alguno que otro “maletilla”, para el deleite y aprendizaje de Toñito, quien no se perdía ni sus palabras ni los detalles  de su personalidad que siempre lo impactaban y dejaban boquiabierto. Los “maletillas”, en el submundo del toro, eran los torerillos que deambulaban siempre buscando un padrino o una oportunidad de torear y así llegar a triunfar para abandonar la pobreza.
En las cantinas de los rumbos de la Plaza México o El Toreo de Cuatro Caminos Tony Medrano (muy aficionado a la tauromaquia) levantaba, alimentaba y emborrachaba “maletillas” a cambio de su conversación y compañía, las más de las veces a costas de la hospitalidad de Esperanza, la que los trataba con admiración y respeto, siempre dirigiéndose a ellos, por más alcoholizada que estuviera, de usted y llamándoles invariablemente “maestro” o “matador”
Estos soñadores con llegar a ser figuras del toreo, que lo único que con seguridad toreaban día a día eran el hambre y la sed, pronto entendían su papel y lo ejecutaban con exactitud artística: plasmaban con garbo en la sala cada pase, cada suerte y los explicaban; platicaban sus experiencias traumáticas; si las tenían mostraban las cicatrices que alguna vaquilla o algún becerro o algún novillo les hubieran producido y, si también contaban con ellas, presumían las fotografías en que aparecían en algún  festival toreando algún novillo enfundados en su parco traje de corto o en su remendado traje de luces. Pero, sin duda alguna, se convertían en dueños del escenario y en admiración de los borrachos presentes….y de Toñito igualmente.
De entre todos los que frecuentaba, Esperanza Videgaray tenía especial aprecio y la máxima confianza para con Blanca García Travesí. Le parecía que era la amiga más honesta y la más desinteresada, mucho más que Gloria Cuevas, quien la mitad del día se la pasaba cazando actores y la otra mitad embelleciéndose al máximo frente al espejo. A Víctor Gómez sólo lo tenía reservado para sus asuntos legales y el resto sólo le servían como garantía de muy buenas y alegres borracheras. Claro está que Joe Mulayo cumplía además el papel del “tío” para los asuntos familiares y siempre tenía presente que fue el infaltable e infatigable compañero de parrandas de su padre, el general.

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