Y sí, la
causa de la muerte de Antonio Ruiloba González Misa fue bastante especial:
traumatismo cráneo-encefálico, según rezaba el acta de defunción que su hermano
Juan mostró ante los funcionarios de la funeraria a la hora de contratar sus
servicios.
Cuando
después de dos horas de trayecto arribaron a Montañas Rocallosas, pasadas las
ocho de la noche, Pera y Toñito se encontraron con lo que menos habrían
esperado e imaginado ese día en que les constó por la mañana cómo su madre se
notaba abatida por el fallecimiento de su ex marido, y cómo también hacia el
medio día ella misma los había llevado a la agencia funeraria y les había
ordenado que asistieran al sepelio de su progenitor: de un disco puesto a todo
volumen dejaba escucharse “Rosa”, cantada por su autor Agustín Lara, y que
Rosita Mulayo y Esperanza Videgaray coreaban a destiempo y arrastrando las
consonantes de todas y cada una de las palabras de esa canción. Krogman, sin
decir nada, sólo las miraba con sus inexpresivos ojos azules, fumaba su
cigarrillo americano Chesterfield y bebía su vaso con ginebra alemana König
Schinkenhager.
Sobre la
mesa que estaba frente a la chimenea, encendida a pesar del calor natural del
inmediato verano, podían verse cajetillas de Chesterfield y L&M; botellas
llenas y vacías de cervezas Carta Blanca y Victoria; el envase de barro de la
bebida teutona y otro de Bacardí, con sus infaltables refrescos de cola; una
fuente con cacahuates y papas fritas, y un recipiente con hielos. Todo ello
daba fe de la embriagada que ese día habría organizado Esperanza Videgaray en
recuerdo de su ex marido muerto o tal vez agradecida por su muerte.
Y mientras Heidi y Emily no cesaban de pararse
de patas sobre Toñito y menearle incansables y gustosas sus respectivos rabos,
se rompió el silencio expectante que en la sala impuso por unos cuantos
segundos la entrada de los huérfanos de padre y sus dipsómanos acompañantes.
-Quedó
listo, chico. Lo enterraron muy bien y rápido. Todo salió perfecto, muchas
flores, muchas coronas, muy bonitas, muy bien, muy bien todo, detalló el
filipino a los tres beodos que llevaban toda la tarde “esperándolos”, como si
se tratase del reporte acerca de una entrega de mercancía o de un servicio mercantil correctamente
llevado al cabo, del estilo de esos por los que con gusto se da una propina.
-¿Y la puta
de Lupe Ruiloba?, inquirió Esperanza con una cara de desprecio.
-Bien,
también. Sí, algo dolida, pero bien. El Carlos me preguntó que si ellos o yo y
el Conde traíamos acá a los niños, pero yo le dejé muy claro que nosotros
éramos los responsables, no ellos, precisó de inmediato Joe para evitar un
zafarrancho con la impredecible y violenta mujer.
-¡Ya déjalos
ver nuevamente a sus tíos! Ya Antonio está juzgado de Dios, ¿qué ganas con
seguir el pleito con sus padrinos?, sorpresivamente Rosita le dijo a Esperanza,
uniéndose a la petición de la anciana beoda Eduardo del Trigal:
-¡Yes, yes,
yes!, ¡oui, oui, oui!, o séase en lengua de Castilla, ¡sí, sí, sí!, padrinos y
ahijados, tíos y sobrinos, deben siempre complementarse y no bifurcarse por derroteros
diversos de la raigambre heráldica, pues cuando….
-¡Ya
cállate, pinche Conde!, ¡ya ‘tás pedo!, atajó la anfitriona a Del Trigal, para
enseguida pedirle consejo a Joe Mulayo:
-¿Qué opinas
de lo que propone Rose?, ¿la puta Lupe no me los volverá en mi contra a este
par de cabrones? Como salió mula la hija de la chingada siempre ha querido
robarle los hijos a los hijos de puta de sus hermanos, eso me lo platicó un día
la india de la Enriqueta, por eso no la quieren la panzona de la Lupe y el
mocho del Carlitos Tello.
-¡No seas
pendeja!, lo que menos quieren Carlos y Lupe es lidiar con chamacos. ¿Qué no
ves que tienen toda la lana del mundo?, ¿para qué quieren escuincles si así
están libres para hacer lo que les dé su regalada gana? Antonio mismo me platicó
que en los dos últimos años viajaron dos veces a Nueva York y una a La Habana.
Ellos sólo le tienen cariño a tus hijos, no te los van a robar.
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