martes, 5 de marzo de 2013

Entrega 98



Y sí, la causa de la muerte de Antonio Ruiloba González Misa fue bastante especial: traumatismo cráneo-encefálico, según rezaba el acta de defunción que su hermano Juan mostró ante los funcionarios de la funeraria a la hora de contratar sus servicios.
Cuando después de dos horas de trayecto arribaron a Montañas Rocallosas, pasadas las ocho de la noche, Pera y Toñito se encontraron con lo que menos habrían esperado e imaginado ese día en que les constó por la mañana cómo su madre se notaba abatida por el fallecimiento de su ex marido, y cómo también hacia el medio día ella misma los había llevado a la agencia funeraria y les había ordenado que asistieran al sepelio de su progenitor: de un disco puesto a todo volumen dejaba escucharse “Rosa”, cantada por su autor Agustín Lara, y que Rosita Mulayo y Esperanza Videgaray coreaban a destiempo y arrastrando las consonantes de todas y cada una de las palabras de esa canción. Krogman, sin decir nada, sólo las miraba con sus inexpresivos ojos azules, fumaba su cigarrillo americano Chesterfield y bebía su vaso con ginebra alemana König Schinkenhager.
Sobre la mesa que estaba frente a la chimenea, encendida a pesar del calor natural del inmediato verano, podían verse cajetillas de Chesterfield y L&M; botellas llenas y vacías de cervezas Carta Blanca y Victoria; el envase de barro de la bebida teutona y otro de Bacardí, con sus infaltables refrescos de cola; una fuente con cacahuates y papas fritas, y un recipiente con hielos. Todo ello daba fe de la embriagada que ese día habría organizado Esperanza Videgaray en recuerdo de su ex marido muerto o tal vez agradecida por su muerte.
 Y mientras Heidi y Emily no cesaban de pararse de patas sobre Toñito y menearle incansables y gustosas sus respectivos rabos, se rompió el silencio expectante que en la sala impuso por unos cuantos segundos la entrada de los huérfanos de padre y sus dipsómanos acompañantes.
-Quedó listo, chico. Lo enterraron muy bien y rápido. Todo salió perfecto, muchas flores, muchas coronas, muy bonitas, muy bien, muy bien todo, detalló el filipino a los tres beodos que llevaban toda la tarde “esperándolos”, como si se tratase del reporte acerca de una entrega de mercancía  o de un servicio mercantil correctamente llevado al cabo, del estilo de esos por los que con gusto se da una propina.
-¿Y la puta de Lupe Ruiloba?, inquirió Esperanza con una cara de desprecio.
-Bien, también. Sí, algo dolida, pero bien. El Carlos me preguntó que si ellos o yo y el Conde traíamos acá a los niños, pero yo le dejé muy claro que nosotros éramos los responsables, no ellos, precisó de inmediato Joe para evitar un zafarrancho con la impredecible y violenta mujer.
-¡Ya déjalos ver nuevamente a sus tíos! Ya Antonio está juzgado de Dios, ¿qué ganas con seguir el pleito con sus padrinos?, sorpresivamente Rosita le dijo a Esperanza, uniéndose a la petición de la anciana beoda Eduardo del Trigal:
-¡Yes, yes, yes!, ¡oui, oui, oui!, o séase en lengua de Castilla, ¡sí, sí, sí!, padrinos y ahijados, tíos y sobrinos, deben siempre complementarse y no bifurcarse por derroteros diversos de la raigambre heráldica, pues cuando….
-¡Ya cállate, pinche Conde!, ¡ya ‘tás pedo!, atajó la anfitriona a Del Trigal, para enseguida pedirle consejo a Joe Mulayo:
-¿Qué opinas de lo que propone Rose?, ¿la puta Lupe no me los volverá en mi contra a este par de cabrones? Como salió mula la hija de la chingada siempre ha querido robarle los hijos a los hijos de puta de sus hermanos, eso me lo platicó un día la india de la Enriqueta, por eso no la quieren la panzona de la Lupe y el mocho del Carlitos Tello.
-¡No seas pendeja!, lo que menos quieren Carlos y Lupe es lidiar con chamacos. ¿Qué no ves que tienen toda la lana del mundo?, ¿para qué quieren escuincles si así están libres para hacer lo que les dé su regalada gana? Antonio mismo me platicó que en los dos últimos años viajaron dos veces a Nueva York y una a La Habana. Ellos sólo le tienen cariño a tus hijos, no te los van a robar.

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